SCAFIDI, ROBERTO, Karina El Azem, Curador Espacio De Arte ESEADE.
Rítmo perenne y antiexpresionismo
La obra de Karina El Azem nos brinda un panorama de casi todos los recursos atribuíbles al arte postmoderno; la citación, la apropiación, la distancia desapegada de todo expresionismo, de toda gestualidad grandilocuente, así como de cierto grado de conceptualismo.
Un cóctel donde cofraternizan, desde lo formal, el arte islámico con sus ritmos continuos, las vanguardias d comienzo del siglo XX (Divisionismo, cubismo, neoplasticismo), el reportaje fotográfico, signos de señalización, Owen Jones y su gramática del ornamento, el Jugendstil, diseño textil y mosaiquismo bizantino, el teselado, ocasionalmente con intervenciones de raíz arquitectónica y donde conviven íconos populares y políticos (Gauchito Gil, Juan y eva Perón), hechos sociopolíticos como la guerra de Malvinas y el perfume acre de la violencia y la criminalidad, llegando incluso a utilizar un elemento químico como el luminol. Habitualmente usado para descubrir trazas de sangre en las investigaciones policiales o similares. Uno de los recursos mas significativos desde el punto de vista de los materiales es la utilización de balas (sustituyendo a las cuentas de vidrio coloreado de obras previas) como elemento constitutivo de ese rítmo atomizado que funciona como velo unificador de la imagen. Balas que son resignificadas, de manera consciente o no, puesto que ya no se perciben como elementos agresivos o violentos, sino como puntos esenciales que constituyen una trama que disuelve la visión del motivo, haciendo ambigua la relación figura fondo y unificando a través del rítmo la imagen, a la vez que transforma el carácter violento de la munición y lo convierte en signo plástico. Nuestra mirada viaja, titilante, por ese tramado que se nos impone, marcando un límite parcial entre la imagen que subyace, teñida de misterio y nosotros mismos.
Se produce una metamorfosis fruto de una modesta alquimia. Se ha hablado de violencia como tema, se utilizan balas, motivos bélicos, pero sin que las obras sean violentas ellas mismas. Se realiza una operación poética donde se trasmuta la violencia en hecho estético, casi piadosamente , evitando el exhibicionismo minucioso de la misma. Cubriéndola, podría decirse con un manto de compasión.
Enunciando, sin gritar, indicando sin sobreexponer, vistiendo la violencia de una cierta belleza extraña y distante.